“El problema de la vela” es el nombre por el que se conoce un experimento clásico que en 1945 llevo a cabo el psicólogo alemán Karl Duncker. Consiste en lo siguiente:
Se le da al sujeto varios elementos (una vela, una caja de chinchetas y unos fósforos) y una consigna “fijar la vela en la pared de forma que la cera derretida no caiga sobre la mesa”. Una vez explicado el problema se cronometra el tiempo que tardan los sujetos en encontrar la solución del problema.
A priori, no parece un problema difícil ¿no? Casi todos los participantes comenzaron intentando clavar la vela a la pared y, sin embrago, parece que esto no era una buena idea…. Otros intentaron derretir la vela y pegarla a la pared y, tampoco parece que fuese una buena idea, pero tampoco tuvieron buenos resultados ya que la vela derretida igual caía sobre la mesa (además dejaba negra y quemaba la pared…). Luego de un promedio de 7 minutos, los participantes llegaban a la solución óptima: utilizar la caja de chinchetas como una plataforma para sostener la vela y fijar la caja a la pared utilizando las chinchetas.
Pero ¿cuál fue el descubrimiento de Duncker?
Que los resultados del experimento cambiaban cuando, presentando los mismos elementos estos se disponían de forma distinta. Así, poniendo en un caso la caja con las chinchetas dentro (ilustración A) o las chinchetas fuera de la caja (ilustración B) las personas tardaban significativamente menos en resolver el problema en el segundo escenario.
La explicación resulta ser sencilla: en el primer caso los participantes asumen que la función de la caja es contener a las chinchetas y, al tener una función previamente asignada, no la ven como una posible solución. Este fenómeno es el que se ha denominado como Fijación Funcional, que es la tendencia a pensar de manera “fija” acerca de la función de un elemento, en este caso la caja de chinchetas.
Este mismo experimento fue reeditado posteriormente por Sam Glucksberg pero incorporando recompensas y así, un grupo no recibía recompensas y en otro grupo se pagaba a los que se encontraran en el 25% de los mejores tiempos en encontrar la solución y, un premio mayor al participante que tuviera el mejor resultado. En cualquier caso, los incentivos económicos ofrecidos, teniendo en cuenta el tiempo que ha pasado del experimento no eran nada desconsiderables por unos pocos minutos de trabajo.
¿Cuáles fueron los resultados?
En el grupo en que existe una fijación funcional (ilustración A) y, por tanto se necesitan mayor dosis de creatividad y pensamiento divergente para resolverse el grupo con recompensa demoró en promedio 3 minutos y ½ más que el grupo sin recompensa.
Por el contrario los grupos enfrentados a la situación de la Ilustración B, dieron el resultado opuesto. En este segundo caso, donde no operaba la fijación funcional sí se obtuvieron menores tiempos en presencia del estímulo económico.
De estos resultados se deriva una doble conclusión por una parte que, a tareas más simples, más rutinarias, mayor eficiencia de los premios monetarios y, por otra parte, el fenómeno denominado como Efecto de Sobrejustificación consistente en que las personas tienden a desviar la atención hacia los incentivos monetarios (motivación extrínseca) en vez de concentrarse en el desafío del problema y en la motivación intrínseca de resolverlo de manera eficiente y creativa.
Estos resultados, que han sido ampliamente avalados por diversos experimentos más recientes, nos hacen dudar de la estrategia empresarial que se sigue en gran parte de las organizaciones productivas ya que, los sistemas de compensación basados en recompensas económicas tan solo funcionan en determinados casos y, a menudo, dificultan la creatividad.